Salud ocular: Ojo seco

07.05.2020

Muchas veces nos comenta algún paciente que el oftalmólogo le ha diagnosticado ojo seco (en realidad síndrome de ojo seco, SOS) y no lo comprende porque los ojos no paran de llorarle y además le han recetado lágrima artificial. Conozcamos un poco más acerca de esta afección que puede presentarse en diferentes grados.

El ojo seco es la escasez de lágrima y/o pobre calidad de la misma; pero para comprender un poco más de él debemos tener unas ligeras nociones sobre la composición de la lágrima. Esta está compuesta por tres capas diferenciadas:

  1. Capa lipídica: es la más superficial o externa, y su función es evitar la evaporación de la lágrima.
  2. Capa acuosa: es la capa intermedia y principalmente proporciona oxígeno a la córnea y la libra de agentes externos.
  3. Capa mucosa: compuesta por mucina, se encuentra en la región más interna, junto a la córnea, y es la responsable de que la lágrima permanezca sobre la superficie ocular.

Ya conocemos la composición, así que podemos hacer una clasificación de los tipos de ojo seco y comprenderla:

  1. Por déficit de capa acuosa: hay poca cantidad de lágrima.
  2. Por déficit de capa lipídica: la usencia o mala calidad de esta capa hace que la lágrima se evapore demasiado rápido.
  3. Mixto: suma de las dos causas anteriores.

Son muchos los síntomas que nos pueden indicar que estamos ante un caso de ojo seco, aunque no siempre aparecen todos y lo pueden hacer en diferente grado según la gravedad del caso:

  • Escozor, picor de ojos.
  • Quemazón, ardor.
  • Sensación de sequedad y arenilla, sensación de cuerpo extraño en el ojo.
  • Visión borrosa.
  • Fluctuación de la agudeza visual (AV).
  • Ojo rojo.
  • Lagrimeo. El ojo, como medida de protección, sobreestimula la producción de lágrima.
  • Fotofobia (sensibilidad a la luz).
  • Fatiga visual.
  • Inflamación y dolor.

Y como siempre, hay ciertos factores que nos pueden predisponer a sufrir esta condición; son los factores de riesgo:

  • Edad y sexo: a mayor edad aumenta el riesgo de padecerla; igualmente, las mujeres tienen más probabilidades.
  • Uso de lentes de contacto, antecedentes de cirugía ocular, uso crónico de colirios.
  • Parpadeo incompleto o poco frecuente.
  • Enfermedades crónicas de la superficie ocular como conjuntivitis alérgica crónica.
  • Uso de algunos fármacos sistémicos de manera crónica.
  • Uso excesivo de aparatos electrónicos de lectura.
  • Ambiente seco, por poca humedad o mucho viento.
  • Cambios hormonales, como la menopausia.
  • Adicción al tabaco.

El tratamiento normalmente requiere ser individualizado para cada paciente, y al ser una enfermedad crónica podemos decir que no tiene una cura definitiva. Se intentará evitar y curar posibles lesiones producidas por la sequedad y aliviar los síntomas:

  1. Uso de lágrima artificial, preferiblemente sin conservantes y con ácido hialurónico; según la gravedad del caso serán necesarias unas lágrimas "más o menos densas".
  2. Uso de gafas que cubran toda la superficie del ojo, incluyendo los laterales, para evitar la evaporación.
  3. Colirios para reducir la inflamación ocular, siempre bajo prescripción del oftalmólogo.
  4. Mejorar la higiene palpebral para normalizar la secreción de las glándulas productoras de la lágrima.

También podemos intentar prevenir la aparición del síndrome de ojo seco llevando a cabo una serie de sencillas medidas como evitar ambientes demasiado secos o usar humidificadores; en el caso de los usuarios de lentillas extremar las precauciones realizando un uso y mantenimiento correctos, así como no alargar la periodicidad de las mismas; cuando estamos ante pantallas electrónicas realizar descansos cada veinte minutos (regla 20-20-20); consumir alimentos ricos en ácidos grasos Omega 3, que mejoran la calidad de la lágrima.

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