Salud ocular: Ojo seco
Muchas veces nos comenta algún paciente que el oftalmólogo le ha diagnosticado ojo seco (en realidad síndrome de ojo seco, SOS) y no lo comprende porque los ojos no paran de llorarle y además le han recetado lágrima artificial. Conozcamos un poco más acerca de esta afección que puede presentarse en diferentes grados.
El ojo seco es la escasez de lágrima y/o pobre calidad de la misma; pero para comprender un poco más de él debemos tener unas ligeras nociones sobre la composición de la lágrima. Esta está compuesta por tres capas diferenciadas:
- Capa lipídica: es la más superficial o externa, y su función es evitar la evaporación de la lágrima.
- Capa acuosa: es la capa intermedia y principalmente proporciona oxígeno a la córnea y la libra de agentes externos.
- Capa mucosa: compuesta por mucina, se encuentra en la región más interna, junto a la córnea, y es la responsable de que la lágrima permanezca sobre la superficie ocular.
Ya conocemos la composición, así que podemos hacer una clasificación de los tipos de ojo seco y comprenderla:
- Por déficit de capa acuosa: hay poca cantidad de lágrima.
- Por déficit de capa lipídica: la usencia o mala calidad de esta capa hace que la lágrima se evapore demasiado rápido.
- Mixto: suma de las dos causas anteriores.
Son muchos los síntomas que nos pueden indicar que estamos ante un caso de ojo seco, aunque no siempre aparecen todos y lo pueden hacer en diferente grado según la gravedad del caso:
- Escozor, picor de ojos.
- Quemazón, ardor.
- Sensación de sequedad y arenilla, sensación de cuerpo extraño en el ojo.
- Visión borrosa.
- Fluctuación de la agudeza visual (AV).
- Ojo rojo.
- Lagrimeo. El ojo, como medida de protección, sobreestimula la producción de lágrima.
- Fotofobia (sensibilidad a la luz).
- Fatiga visual.
- Inflamación y dolor.
Y como siempre, hay ciertos factores que nos pueden predisponer a sufrir esta condición; son los factores de riesgo:
- Edad y sexo: a mayor edad aumenta el riesgo de padecerla; igualmente, las mujeres tienen más probabilidades.
- Uso de lentes de contacto, antecedentes de cirugía ocular, uso crónico de colirios.
- Parpadeo incompleto o poco frecuente.
- Enfermedades crónicas de la superficie ocular como conjuntivitis alérgica crónica.
- Uso de algunos fármacos sistémicos de manera crónica.
- Uso excesivo de aparatos electrónicos de lectura.
- Ambiente seco, por poca humedad o mucho viento.
- Cambios hormonales, como la menopausia.
- Adicción al tabaco.
El tratamiento normalmente requiere ser individualizado para cada paciente, y al ser una enfermedad crónica podemos decir que no tiene una cura definitiva. Se intentará evitar y curar posibles lesiones producidas por la sequedad y aliviar los síntomas:
- Uso de lágrima artificial, preferiblemente sin conservantes y con ácido hialurónico; según la gravedad del caso serán necesarias unas lágrimas "más o menos densas".
- Uso de gafas que cubran toda la superficie del ojo, incluyendo los laterales, para evitar la evaporación.
- Colirios para reducir la inflamación ocular, siempre bajo prescripción del oftalmólogo.
- Mejorar la higiene palpebral para normalizar la secreción de las glándulas productoras de la lágrima.
También podemos intentar prevenir la aparición del síndrome de ojo seco llevando a cabo una serie de sencillas medidas como evitar ambientes demasiado secos o usar humidificadores; en el caso de los usuarios de lentillas extremar las precauciones realizando un uso y mantenimiento correctos, así como no alargar la periodicidad de las mismas; cuando estamos ante pantallas electrónicas realizar descansos cada veinte minutos (regla 20-20-20); consumir alimentos ricos en ácidos grasos Omega 3, que mejoran la calidad de la lágrima.
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